La Cicatriz
María
tenía los ojos hinchados de tanto llorar y de los golpes recibidos la noche
anterior. Su marido y verdugo aun dormía cuando ella ya se había levantado, había
vestido a su niña de 13 años para la escuela y le había dado de desayunar una
taza de atole y una tortilla con frijoles.
La
niña, que se llamaba Macaria, comía en silencio, para no despertar a su padre,
pero también porque no quería escuchar a su madre relatarle que había sido
golpeada una vez más. Los moretones en la cara eran testigos de lo ocurrido la
noche anterior. Macaria, se sentía tristísima por su madre, sentía coraje en
contra de su padre; extrañamente también sentía culpa de no poder ayudar a su
madre, sentía impotencia.
Macaria asistía a una telesecundaria de la sierra de
Oaxaca. Su pueblo era un pueblo paupérrimo de solo 1250 habitantes rodeado de
pequeños caseríos aún más miserables. A Macaria le gustaba ir a la escuela, ahí
no estaba su padre, y podía reír con sus amigas. Reír era su pasatiempo
favorito, a la vez era consiente que hacía años que no veía reír a su madre.
Antes, cuando visitaban a sus tías y abuelos su madre reía y eso la hacía
feliz. Pero su padre ahora le prohibía a su madre que visitara a sus hermanas
o a su madre que era viuda.
Por
las tardes le gustaba pasar el tiempo mirando cerro abajo, veía la carretera
que estaba a 3 kilómetros. Veía pasar las “suburbans” como la gente de Oaxaca
llamaba al transporte que te llevaba a la ciudad de Oaxaca. Cuando veía a
alguien bajar caminando el cerro y esperar la “suburban” siempre sentía el
deseo de irse de ahí, claro que se llevaría a su madre, a su padre lo dejaría
en el pueblo. Se imaginaba que esto haría sonreír a su mamá nuevamente.
Pasaron dos años más con la misma miseria, con el mismo abuso
de parte del padre. El Padre se llamaba Simón, un bueno para nada, alcohólico,
que disfrutaba en ser adultero y ladrón. Macaria ya tenía 15 años, había
terminado la secundaría. De las 80 niñas que empezaron la primaría solo 7 se
graduaron con ella, las demás no habían sido consideradas dignas de seguir
estudiando. María, la madre, había peleado muchas veces con Simón y había
recibido muchos golpes pero había conseguido que su hija siguiera estudiando.
Macaria tenía una prima cuyo padre estaba en Estados
Unidos, su nombre era Magdalena. Magdalena le contaba que su padre le mandaría
dinero para irse a estudiar la preparatoria en Oaxaca. Magdalena, su madre y 4
hermanos se despidieron una tarde de María y de Macaria. La madre de Magdalena
le dijo al oído a Macaria: “cuando quieras irte a estudiar, te esperamos allá
en Oaxaca”. Macaria se fue corriendo al árbol desde donde veía como bajaban el
cerro hasta la carretera a esperar la suburban que los llevaría a Oaxaca. María
tomó la decisión de irse de ahí, de ir a estudiar a Oaxaca. Ya se imaginaba,
con su uniforme de preparatoria, en Oaxaca, lejos de su miserable pueblo y
sobre todos lejos de su padre. Y ¿por qué no? También iría a la universidad y
sería maestra. Ahora solo tenía que convencer a su madre y planear como escapar
Al
llegar a su casa en una mochila guardó sus documentos escolares, y se dispuso a
hablar con su madre. El alma de Macaria sentía mucha esperanza, por fin veía una salida a su infierno. A las 7 de la
noche vio llegar a su madre con su padre. María, la madre venía llorando. El
padre venía enardecido de tanto alcohol. “Macaria, hija de tu re jija, ¿dónde
estás?” gritaba al entrar a su casa. Simón traía una bolsita de papel estraza
que se guardó dentro de su camisa sudada y volvió a decir: “Macaria: ya cumplimos
el capricho de tu re jija madre, ya estudiaste y ya se acabó esa fregadera. Mi
compadre ofrece 10 mil pesos para que te cases con él. Me dio 4 mil de adelanto
y te vas con el hoy mismo”.
Macaria miró a su madre como suplicando en silencio.
María, la madre, le dijo que su viudo compadre era bueno pues solo le había
pegado a su difunta esposa dos veces, nunca le había faltado comida. El padre
volvió a gritar: “¡órale! hazle su maleta”. Madre e hija se fueron al ropero a
sacar su ropa. Macaria le suplicaba llorando: “mamá, yo no quiero irme con el
compadre, yo quiero irme a Oaxaca con mi tía a estudiar.” María, la madre, le volvió a repetir que el compadre no era tan
malo. En su interior pensaba que era la manera de librarla de su padre y sus
abusos, y del riesgo de que un día el abuso llegara a lo peor. Sentía que si su
hija se iba, ya no tendría el estrés de defenderla ante su esposo, y tal vez
tendrían un poco más de tranquilidad.
Macaria por un momento pensó que tal vez era el destino.
Que así era la vida y que mejor se resignaba, pero casi por inercia atinó a
decir: “pero yo no quiero ser como tú, mamá”. Aquella frase en lugar de herir a
María, la hizo despertar y por primera vez considerar que su hija tendría la
fuerza de no vivir una vida de abuso. Con las piernas temblando y la voz
entrecortada le dijo a su esposo: “Macaria, no se va a ir con nadie, regrésale
al compadre su dinero”. Su cuerpo instintivamente busco proteger a su hija.
Simón enfurecido grito: “¿Qué fregados dices?, aquí yo
mando y si digo que Macaria se va es que se va.” Le dio una bofetada a María, y
arrastró a Macaria hacia la puerta. “Órale, hija de tu re jija”. La abofeteó
también y siguió arrastrándola. María, la madre se hizo de un cuchillo y lo
amenazó. Simón soltó a Macaria, se abalanzo hacia María y pudo quitarle el
cuchillo. Simón le dio una cuchillada en el estómago a María, y una cuchillada
en el brazo de Macaria. María sacó fuerza y se abalanzó sobre Simón; quien por
el alcohol perdió el balance y cayó al suelo. Macaria lo remató con un
ladrillazo en la cabeza.
María, la madre, le dijo a Macaria: “vete con tu tía, yo
te alcanzo mañana”. Le dio los 4 mil pesos y la dirección de la tía. Macaria no
la quería dejar sola y le decía que se fueran las dos. María no la quería
detener porque sabía que moriría pronto debido a la cuchillada. Para
tranquilizar a su hija le dijo que se iría con la abuela esa noche para
despedirse pues no regresarían más a ese miserable pueblo.
Macaría, llorando salió y empezó a bajar el cerro.
Siempre imagino que cuando bajara el cerro sería triunfante y lista para irse a
triunfar a la ciudad. En ese momento solo pensaba en huir y en que su madre
estuviera bien. Iba sangrando del brazo y así llego a la ciudad después de 3
horas. Tomó un taxi y llego con su tía y le relató la tragedia.
La tía fue a ver a María su hermana. Se enteró que había
muerto noche anterior así como Simón. Simón había muerto de 15 cuchilladas lo
que parece indicar que María desquitó los años de sufrimiento aquella noche.
Macaria había pensado nunca volver a ese pueblucho. Pero
volvió a los 2 días para el entierro de sus padres. Su brazo estaba muy
lastimado aun, pero su alma aún más. Hubo una cosa que ahora estaba clara: su
madre sí la amó. A veces lo había dudado cuando dejaba que su padre la golpeara
hasta el cansancio. Pero justo ahora cuando supo que su amor de madre era
incondicional, ya no podía abrazarla, decirle que ella la amaba también, no
podía ayudarla. El Padre en su sermón dijo: “Macaria, huérfana eres de padres,
pero Dios, nuestro padre te ama y te cuidara”. Hasta entonces Macaria nunca
había ido a iglesia ni se había preocupado de esos asuntos, pero las palabras
del sacerdote no tenían sentido para ella. Si Dios la amaba por qué había
dejado que sufriera tanto. Su madre sí la amaba pues había dado la vida por
ella.
Algo en su interior le hizo tener curiosidad sobre Dios. A
su regreso a Oaxaca, se dio cuenta que las piedras junto a la carretera
Juchitán-Oaxaca estaban repletas de frases religiosas y citas de la Biblia.
Macaria anotó todas: Juan 3:16, Dios te ama etc. Llevaba un total de 12 citas
cuando escribió 1 Nefi 3:7. Esta cita no era de la Biblia sino del Libro de
Mormón pero ella no lo sabía.
Macaria empezó sus estudios en la preparatoria. Olvido
por unos meses las citas de la Biblia que había escrito hasta que un sábado sin
mucha tarea que hacer se dispuso a buscar en la Biblia de su tía todo lo que
decían esas citas. Un sentimiento cálido empezó a llenar su pecho. Mientras más
leía, mas sentía que Dios la quería. No es que haya escuchado ninguna voz, pero
empezó a sentirse amada por Dios. Al tratar de buscar el libro de Nefi en la
Biblia le fue imposible. Fue a un café internet y busco la palabra Nefi. Leyó
lo que Wikipedia decía sobre el Libro de Mormón y sintió mucha curiosidad sobre
esa Iglesia que afirmaba tener un profeta.
Pasaron 4 años y Macaria había olvidado lo del Libro de
Mormón. Se había convertido en una joven muy inteligente. Siempre usaba manga
larga para ocultar su fea cicatriz. Se había graduado de la preparatoria y
estudiaba junto con su prima en la faculta de derecho de la UABJO. En su clase
de derecho romano, sus ojos por primera vez se permitieron ver a un joven sin
tener pánico de que fuera a ser un golpeador. Ese joven siempre se sentaba
hasta el frente y todos le decían que era un ñoño pero a Macaria su aspecto le
parecía atractivo, no se veía ni macho ni agresivo.
Macaria no se atrevía a hablarle ni a preguntarle su
nombre, pero un miércoles por la mañana ese joven empezó a exponer algo sobre
la figura del páter familias en derecho romano: “buenos días, compañeros. Mi
nombre es Nefi García y voy a exponer el tema de páter familias”. Macaria
volvió a recordar ese nombre: Nefi, y todo lo que había leído sobre la Iglesia
Mormona y se decidió a hablarle.
Macaria le pregunto si era mormón y Nefi le dijo que sí.
Se hicieron amigos, Nefi sació las dudas que habían quedado almacenadas en la
mente de Macaria. Macaria empezó a asistir a las clases de instituto de
religión en Atoyac. Macaria decidió que quería unirse a la Iglesia. Los
misioneros le enseñaron las lecciones, asistió a la Iglesia y cuando anunció a
su tía que se iba a bautizar, su tía, que siempre la había tratado bien ahora
la empezó a regañar: “¿cómo puedes traicionar la religión de tus padres?, si te
unes a esa Iglesia te vas de esta casa”.
Macaría fue a hablar con el Obispo Mormón y le mencionó
su dilema. Pero además le dijo algo que nunca había contado a nadie más. Ella
sentía que era culpable de la muerte de sus padres. Si ella se hubiera ido con
el compadre aquella aciaga noche, sus padres estarían vivos. El Obispo le dijo:
“tu madre hizo un sacrificio muy grande por ti, pero Cristo hizo un sacrificio
aún mayor. No solo sufrió por tus pecados sino también experimento tus dolores
para saber cómo ayudarte. Su expiación no solo abarca los pecados sino también
los sufrimientos. Tú no eres culpable de la muerte de tus padres. Pero Cristo
sabe lo que estas sufriendo y lo que sufriste. Deja que te sane. Dale
oportunidad que te de paz” El Obispo se acercó a Macaria y le mostró una
cicatriz que tenía en la frente: “ves esta cicatriz, me la hice en un choque.
Sentí mucho dolor y sufrimiento. Mi cuerpo sano mi piel. Ahora la veo pero ya
no me duele ni hay peligro. Deja que Cristo sane tu alma así que cuando
recuerdes a tus padres ya no haya dolor.”
Macaria les informó a los misioneros mormones que se
uniría a la Iglesia. Su tía la corrió pero Macaria sentía paz. El Obispo le había
conseguido un cuarto para rentar, empezó a trabajar. Vivía sola pero se sentía
acompañada por el espíritu. Dejó de usar manga larga. Su cicatriz ahora le
recordaba que Cristo la había sanado. Ahora podría tener una relación de pareja
sin prejuzgar a todos los hombres, pero la cicatriz también le recordaba el
tipo de vida que no quería, y que no aceptaría por ningún motivo. Su cicatriz
se convirtió en un recordatorio permanente de que había sanado su alma pero que
no aceptaría el abuso en su vida nunca más. Sergio
Nieto
No comments:
Post a Comment